Andrea
salió de su casa y bajó la loma hacia la playa. En apenas un par de minutos sus
pies se hundieron en la fina arena caliente, dejando un camino regular de
pisadas mientras se dirigía a la orilla. La arena, apelmazada de la humedad y
el tractor nocturno, crujía bajo sus pies, desgranándose. La intensa brisa de
la mañana descolocaba su reseca melena oscura, torpemente recogida en una
coleta. La falda de bambula desteñida en azules, se ceñía a sus piernas,
dibujándolas con todo lujo de detalles. Aquella era una de las sensaciones que
más le gustaba experimentar: la brisa intentando frenar su avance con caricias
intensas. “Feliz cumpleaños” se dijo, “un año más de aire y de vida”.
Cristina Ruiz Gallardo, 2012
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